Tuesday, August 26, 2008

Te lo perdiste ? BAJATELO !!!

Bajate el 2º programa de Marcelo Pocavida "The Creepy Nights"
entra a la audio-teca de la radio
(disponible hasta el momento sola la 1º hora)

Entrevista publicada en La Mano, noviembre de 2005. MARCELO POCAVIDA "EL HOMBRE QUE VIVIO DEMASIADO, COPETE LEYENDA URBANA. MACUMBERO AMATEUR. PUNK DESDE QUE EL PUNK EXISTE. CANTANTE DE BANDAS MITICAS DEL UNDER COMO LOS BARAJA Y CADAVERES DE NIÑOS. SANTO PADRE DEL GARAGE ROCK ARGENTINO. SOBRE EL ESCENARIO, TAJOS, PELADAS DE MIEMBRO, SALVAJISMO Y BARDO. Y A SUS 40, UN RECONOCIMIENTO QUE LE ES TAN MERECIDO COMO NEGADO. FEDE FAHSBENDER LE INVITO UNAS CUANTAS BIRRAS, Y ESCUCHO –PARADOJICAMENTE– LA HISTORIA DE SU VIDA.

TEXTO: "Una vez, con Star Losers, toqué en La Plata con Animo, una banda punk, en la pieza del cantante. Nos había llevado Carlos, el Nekro. Fui a cagar antes del show, y como no había papel, me limpié con el cartón del rollo que siempre queda. Parecía una reunión del kindergarden ese show, todos nenes. Y bueno, me empiezo a pasar la jirafa por el culo todo cagado, la llené de mierda. Me tiré encima de una mesa, un quilombo. Había una mina filmando, y me encargué de regalarle un super plano de mi pija. Me empezaron a gritar que era un desubicado, un loco de mierda. Al único al que le gustó fue a un pibe mogólico que estaba tomando vino en cartón. Le dimos una remera del grupo, se la firmamos y todo."

Si algún día el punk muere –sea en las barricadas o en las bateas de Musimundo–, tipos como Pocavida tendrán el honor de enterrarlo. En ese limbo crudo, extremo y totalmente cojonudo, en donde no existen ni Belles ni Sebastians –y en donde a veces pensás que el rock debería residir forever– te obliga a una cierto remix de las cosas. Es un debate de vestuario futbolero: a ver quién la tiene más grande, quién se la banca más. La conclusión, cuando Pocavida cumple y dignifica al respecto, es ancestral: kick out the jams, motherfuckers! Básicamente, lo que Pocavida hace e hizo es una simple absorción de la historia, con todo el rock que alguna vez salió a espantar y hacer quilombo. Porque esa es una de sus funciones más elementales: espanto y quilombo. Qué sé yo: Kiss, los Pistols, Iggy, los MC5, Alice, los New York Dolls, GG Allin… El motivo que hace que tu vieja te secuestre los discos, o te rompa los posters, porque son maricas, faloperos o adoradores de Satán. Es el tolueno en el pegamento, el plomo en la nafta, el carácter destructivo del cual hablaba Walter Benjamin, lo que se te cante. Hoy, Pocavida –o Marcelo Garaveo– tiene 40, vive con sus viejos, Tito y Norma, en Balvanera, no tiene banda ni mucha guita, y como hábitat usual tiene una parrilla con ciudadanos de países limítrofes, birras de litro y achuras gomosas sobre avenida Rivadavia. Después está la radio, Los Pibes Están Bien, los sábados a la noche por FM La Tribu, con su amigo el Nekro y sus morbos varios: serial killers, satanismo, cine gore, casos policiales. A esta altura de su partido, corrieron varias cosas bajo su puente: sangre, alcohol, merca, macumba amateur por tevé, ambulancias y bandas, calle y caídas en cana. Lucidez, sapiencia, una inteligencia fina y frontal. Y el hecho inamovible de ser un frontman del carajo. Porque están los que dicen gracias público a ver esas palmas, y está Pocavida, que te entrega el organismo. También, está el aura psicótica que se inventó, o que le inventaron, y su lugar en el cosmos rock de acá. Luego, el muchas gracias Marcelo que unos cuantos le deben, o el aplauso general. No lo está esperando, ciertamente, en la parrillita de los limítrofes.

BOTELLA 1: "SOY PUNK Y TE QUIERO CONOCER" El nene único de Norma y Tito Garaveo, hogar middle class en Lanús, tenía todos los tics, bueno, de un nene único. "Siempre enfermo, súper cuidado. Me crié con la tele, básicamente. La Dimensión Desconocida, The Outer Limits… Mis viejos vieron en mí que yo me inclinaba por lo fantástico, lo tétrico, y me dieron rienda. Los comics, o prender la tele, y ver a Bela Lugosi. Todo eso me formó. Vivía enfermo, leyendo, dibujando. Mi mundo era ese." Ni a punta de pistola una número 5, un potrero, o los discos de los Beatles o Sui Generis que giraban sus compañeritos, que le parecían un embole. Esa onda peace and love le importaba dos coños. A él le copaba Peter Parker, o Fabio Zerpa. Los asaltos y matinees eran garantía de embole. Tenía un par de discos de García–Mestre, los fue a ver al Luna cuando se despidieron, para no sentirse tan marciano. Ni hablar de la psicopedagóga de su colegio privado y de blazer, que le dijo que era un anormal, porque dibujó un cementerio lleno de zombies. La típica historia: el pibe de Marte, el loser copado. Y llega un punto en donde todos le vemos la cara a Dios. El se la vio pintada, y para colmo, por cuatro: "Después, en el ’77, a los 14, leo en el Clarín que la Marvel sacaba un comic de Kiss, teñido en sangre. Entonces digo: "¡Chau, esto es para mí!" Bueno, leo esa nota, y después veo a Destroyer de Kiss en una disquería. ¡Encima, estaban dibujados en la tapa! Hice la conjunción al toque. Me lo llevé, lo puse en el Winco…¡Detroit Rock City! ¡Ta-na-na-nananana-naanaaaa! Loco, ¡yo venía de escuchar Nito Mestre! Ahí me copé en serio con el rock." En esa época, arrancó el apodo: "Un día estaba tirado en la cama, haciendo nada. Llegan unos amigos a verme, y ella dice ‘Esta ahí, tirado en la cama, bien pocavida.’ ¡Buenísimo!" Y la bola sigue pesada. Sabbath, Made in Japan de Purple con el sticker de Convivencia Sagrada, "hasta que conozco al punk." Ya había leído en la Pelo, año ’77, sobre los Pistols –después consiguió Never Mind The Bollocks– y los Damned, que vomitaban en los aeropuertos, cosa que al joven Garaveo le pareció muy piola. Y en Mar del Plata, una revista, con una nota chica sobre el naciente punk de acá: Los Violadores. "En el centro de todo eso, estaba Pedro Brown, o Hari B. Para mí, eso era otro planeta. Yo había conseguido un tiempo antes el disco de los Pistols. Tiempo después, leí una crítica de un show de Violadores en el Expreso Imaginario, hecha por Pettinato, en la Universidad de Belgrano. Habían destrozado todo, cayó la cana, el chabón los defenestró. Mi referente era Pappo, Riff. Era lo más duro de acá. Los fui a ver a Obras una vez, y me cansé. Le dije a unos amigos: ‘Ya fue, me hago punk.’" Y se hizo, en casa y por mano propia. Ya tenía un pin de la Kiss Army, hecho con cartulina. Se hizo un par más, que decían no future, le puso un montón de alfileres de gancho a su blazer del colegio que ya había abandonado. "Y después, dije: soy punk, ¿pero quién me conoce? Me fugué por el jardín de casa. A los Violadores, sin conocerlos, les hacía flyers, los pegaba con engrudo por Corrientes." –Bueno, todo peregrino llega a la Meca. –Sabía que Hari B vivía en Belgrano R, calle Juramento. Yo me fui en el tren, con una lata de birra y un grabador, y le preguntaba a los vecinos si lo conocían. Se me cagaban de risa. Hasta que llegué. Salió el tipo, pelado, con borcegos, re Sham 69. ‘Yo soy punk y te quiero conocer’, le digo. Me invita a pasar.’ Hubo buena onda, hermandad, porque punks no había muchos. Y lo invita a un ensayo el sábado siguiente, Villa Urquiza, esuqina Bucarelli y Tamborini. Va, y un tipo con pelo color zanahoria y cierres en la pilcha le abre la puerta: "Era Pil. Tocaban en una pieza llena de fotos porno, con loros chillando de fondo. Entro y arrancan: ‘Patrulla americana, nanananana.’ Estaba la hermana de Maximiliano Guerra, el bailarín, lookeada tipo la Catwoman, la mina que paraba con los Pistols. Yo tenía el pelo cortado a mordiscones..." Poco tiempo después, los empezó a seguir, a rolar con ellos, y Stuka, que hacía un fanzine, el Vaselina, se lo da a Marcelo para que lo monte. A todo eso, ya tenía 18: "Zafé de la colimba, por tener el pie deforme." –¿Y la primera banda? –La fantasía de tocar siempre estuvo. La fantasía de tocar siempre estuvo. Bueno, en el punk, la fantasía se te hace realidad. Y sigue: "Yo había puesto un aviso en Vaselina buscando músicos, y cayó a mi casa un tipo de 30, que se hacía llamar Rubén Aerosol, un jipi con barba, medio hemipléjico, que me decía que escuchaba a The Clash. Bueno, a Rubén le pasé Never Mind The Bollocks, y nos juntamos en Villa Caraza un domingo a la noche, con un batero de la Iglesia Ortodoxa y un bajista cumbiero. Hicimos De Nada Sirve, de Moris, pero pesada. Y me salió el demonio. Ahí, formé Muerte Civil, que era una cagada horrible." Aunque esa cagada se la bancó bastante bien, y encima, lo hizo debutar en vivo: "Fue en un teatrucho, con mi vieja en el público. Yo estaba sacado, con una navaja. Para mí, cantar e irse al carajo era lo mismo. No tenía opción. Y me puse en bolas." Una vez, tocaron con V8, y después con Los Baraja, que necesitaban un reemplazo a la voz.

BOTELLA 2: BARAJAR Y DAR DE NUEVO En el universo punk de acá, a principios de los ’80, con los Violadores al pontificado, había dos bandas que tenían que subir a Primera y al final quedaron en nada: Los Laxantes –con Horacio Gamexxane y Félix Gutiérrez, después en Todos Tus Muertos–, y Los Baraja. Eran de La Plata, formados en el ‘81, con buen look ’77, Marcelo Montolivo –o Vil Baraja– tocaba la viola, un tipo que se hacía llamar Basura tocaba la bata, y Pocavida, en todo ese malón tan profético como embrionario, era el más escénico, el más sacado de los punks que andaban dando vueltas on stage. Pocavida lo explica: "Lo mío era más visceral que lo del resto de la banda, vivía más la calle. Y tenía sus precio. Yo tenía 18, ellos laburaban de oficina y yo vivía de punk las 24 horas del día. Era faltar por caer preso, o caer medio borracho a los ensayos, qué sé yo. La banda sonaba muy bien. Yo le metí cierto descontrol. Mi fantasía la vivía, pero había que sostenerla. Los pibes me decían que tenía que ser como Stiv Bators, Wattie de Exploited, pero me la tenía que bancar esa vida. Era yo el que tenía que vivir así. Grabamos un demo en 4 canales, de dos temas. Y antes, habíamos grabado algo en vivo en el Einstein." –Llegaron a la tele, si no me equivoco. –Fuimos a la tele: Monumental Moria, una secuencia bizarrísima. La onda la hizo Montolivo, que tenía un laburo serio en La Plata. Increíblemente, a mí me había agarrado aftosa un tiempo antes, estuve quince días delirando en cama, me curé y fui al programa, con un mechón tipo Danzig. Moria decía: "¡Aaay, que divinooo!" Y estaba Badía, espantado con nosotros, que largó: "¡Pero esto no es punk! ¡Punk es The Police!" Ahora, un aparte, y que sea establecido: los típicos krestas de ayer no se asemejan en mucho a los típicos krestas de hoy. Pocavida se alzó como punk en una era donde no había Soulseek y los discos importados eran traídos por hormigas desde lejos y valían caviar iraní, donde todos se inventaban seudónimos, se empilchaban de veras, y entendían al respecto: la cultura, la música y el pensamiento. Nada de soplar adhesivo, o esquinear. Y ser punk en el aftermath de la Junta no era cosa fácil, porque, básicamente, te la jugabas con ese asunto de darle un future al no future: "Mirá, la dictadura había caído, pero el aparato represivo era el mismo. Del ’82 al ’86, viví preso. Estuve 30 días adentro por bailar pogo en un recital en Villa Caraza, año ’84. Los polis me volvían loco en la seccional. Se juntaban para delirarme: "Eh, Gutiérrez, vení, vení, que el pibe va a desfilar." Para mí, en un país de fútbol, asado y vino, ser punk era un orgullo." Muchos de los que pisaron esa época, desde Sergio Rotman hasta otro Sergio, que cantaba en Comando Suicida, confiesan que Los Baraja fue alta banda. Pero, como Los Laxantes, jamás editaron placa. Los dos vieron la luz en Invasión ’88, un vinilo transparente, hoy un mito y collector’s item, montado por Sergio Chuchu Fassanelli –baterista de Comando Suicida– y Walter Koln, para su naciente sello, Radio Trípoli, que sirvió de arqueología de un presente furioso, con Flema y Attaque 77 con granitos y como fetos del futuro. Los Baraja ponen su demo, dos temas: Juntando Tropas y Operación Ser Humano. Diez años después, Invasión ’88 regresa como Invasión ’98 y con la nueva camada, y el vivo grabado en el Café Einstein ve la luz. Temblor extremo, aunque medio inaudible. Alrededor del ’87, Montolivo –un poco más equipado, con viola nueva y algunos pedales– lo llama a Pocavida, para formar Vudú: "Medio un choreo a Lords of the New Church, una banda donde estaba Stiv Bators y un par de los Damned." Y sigue: "se cometió el mismo error que en Los Baraja: querer crecer desmesuradamente. Yo nunca creí en eso de ir a tocar timbres. Montolivo me decía: "Quiero que seamos los nuevos Soda Stereo." Una vez, le pidieron que cante China Girl, de Bowie. No quería ni podía, y mandó todo al garete. Ya había adquirido otra vibra. BOTELLA 3: PANIC SHOW En 1990, se muere el ídolo de Marcelo, Stiv Bators, que cantaba en los Dead Boys, después en Lords of The New Church, y hacía unas cuantas de las cosas que Marcelo hace, y bien en tu cara: "Yo tocaba con Cadáveres en El Bondi, un antro por Juan B. Justo. Venía de tomar merca con una pajita, derecho de una bolsa de esas que vienen en los atados de puchos. Se me ocurrió hacerle un homenaje, mientras tocábamos No Fun de los Stooges. Agarré una botella de vino, y la rompí. Ahora, las botellas de vino tienen un filo medio jodido. Y me llené el pecho de tajos. Después, me cosió un peruano, veintidós puntos como matambre en la ambulancia, mientras yo tomaba birra del pico." –Siempre fue al extremo. –Tengo un límite. No sé. no cagaría y me comería la mierda. Mucho es digitado, pero siempre terminás en cualquiera, como estos 22 puntos que tengo en el estómago. Me encanta agarrar a los tipos, restregarles la chota en la cara, correr a las minas.Yo no mido, soy muy jodido en ese sentido. Nunca me fui de gira, por ejemplo. Terminaría en el hospital. Hay veces que termino en cama, muy lastimado. Qué sé yo, digamos que no hago los ejercicios previos. –Debe tener su raíz. – Sacarme como loco fue algo espontáneo para mí. Es catársis, ni lo dudes. Yo nunca fui al psicólogo. Tuve la suerte de encontrar un micrófono y un escenario. Y creo que el público merece ser shockeado. Vos tenés lo que te merecés, por ende, te voy a romper la cabeza. Ahora, si me arman bardo o me escupen, me bajo y al tipo lo pongo. Que me ponga a mí. Yo no me como ni media. No me gusta que me cacen el micrófono para gritar. Vos me venís a ver a mí. Bah, vos te creás el monstruo y te la tenés que bancar. –Se puede poner medio cinematográfico el asunto. – Para mí, The Texas Chainsaw Massacre es la película insuperable. La debo haber visto y alquilado como 90 veces. La relaciono mucho con el rock, y con el clima que puedo generar en un show. Era un producto prohibido para mí. En el ’86, me tomé un taxi para ir a buscarla, a casa de un comisario de a bordo. Me temblaba la mano cuando la metí en la videocasetera. Mi asesino favorito es Ed Gein. Podría haber sido un rockstar tranquilamente. Yo si no hubiera sido cantante, sería un asesino. Qué sé yo. Hoy prendería una bengala. En el anecdotario colectivo de los que andan por el planeta hardcore punk porteño, Marcelo es una vedette indiscutible. Sobre él, todos tienen algún cuento deforme para contar. Y hay varios. Algunos juran que se lo vio por el ’90, en un bar de pésima muerte, La Mari, enfrente de Nave Jungla, un boliche decadencia, refiriéndose a sí mismo –y para colmo en tercera persona– como "El Diablo." Se dice que filmó una porno: la filmó, en el Tigre, pero no logró total dureza, porque venía de gira, con tres papeles encima y además se te hace difícil con todo el mundo mirando. Se dice que macumbeó en el videocable, con ritos bastante extremos. ¡También! Como un pai hecho y derecho, decapitó una gallina con los dientes en el Canal 26 –"¡la gran Ozzy Osbourne!"– pero le llegaron las malas ondas infernales, casi se da vuelta al mundo de los demonios y unos parapsicólogos lo ayudaron a zafar. Una distribuidora gore, Videotomía, ofrece su exorcismo televisivo en VHS. Pero la que se lleva la torta, es su fiesta de casamiento. Fue en el Registro Civil de la calle Uruguay hace dos años, 1 de octubre de 2003: su cumpleaños. Estaban sus amigos, bien elegantes, Marcelo de camisa roja. Todo muy legal y lícito, hasta ahora. Y bueno, it’s party time: "Fue en un maxikiosco. Compramos unas pizzas y unos cajones de birra. Bueno, peleas de borrachos. Vino la cana. Lo único lamentable es que sobraron un montón de botellas." Ahora, ese matrimonio no corre. De su ex, Marcelo ni piensa hablar. En las horas y los tragos de conversación, es el único silencio. Aun así, le duele que las cosas no hayan funcionado. Dos años duró.

BOTELLA 4: CADAVERES EN EL GARAGE Volvamos al tiempo. Se acabó Vudú, básicamente, por una cosa: un viaje, de esos que te inician. Marcelo, en esa época, salía con una azafata, que lo sube a un aeroplano. Y termina en Madrid, con Kike Turmix, locutor mutante de la radio de allá, y hasta hoy, buen amigo: "Yo pensé que ese sonido había muerto en MC5 y los Stooges. Y el tipo me mostró que las cosas seguían, mil bandas, la movida australiana: Radio Birdman, The Saints, o los Fuzztones, los Cramps. Me volví con un baúl de discos. Llegué a Buenos Aires con el killer rock, y basta de mariconadas. Traigo esos discos, y estaba la misma gente, como Patricia, y pinta formar una banda." Bueno, enter Miles de millones de cadáveres de niños negros muertos de hambre y de frío, luego Cadáveres de Niños, y al final, Cadáveres a secas. Patricia se apellida Pietrafesa, lo conoció a Marcelo en el ’83, en un show de Los Laxantes, cuando el tipo le pidió un pucho y ella se cagó de miedo. La misma del fanzine Resistencia, de She-Devils y los festivales feministas Belladona, la de la disquería Garageland sobre avenida Santa Fe, la que empezó a hablar en este país de queer punk, de activismo, y de pensar un poco más las cosas. Es su compañera de ruta. A ella, dice Pocavida, la une el lado crudo de las cosas. Y juntaron gente: el Gitano, un psicodélico que iba a los recitales y hablaba de Lynyrd Skynyrd, Patricia misma, un heavy muy pro que se hacía llamar Manta, y luego Pablo Strangler, a la viola, una pequeña celebrity entre los punkrockers de la época: "Arrancamos viviendo todos en una casa tipo la central de los MC5 en Detroit…pero en Colegiales. Damajuanas de vino, y palo, palo, palo. Todos uniformados a lo Radio Birdman, éramos como una familia killer. No fue así de simple entrar como killer rock, con el concepto. Para los punks éramos una manga de putos, nos escupían." Pero Cadáveres dejó su marca. Fue intenso, notorio, aplastante. Hoy, hay escuela. Garage, killer, como quieras llamarlo. Cosas como los Tandooris, Elio & Thee Horribles, Satan Dealers, el festival B.A Stomp o los psicópatas uruguayos de Motosierra le deben en cierta forma una caja de champagne a Pocavida. O pregúntenle a Wallas de Massacre, y su brazo, con un tatuaje de Radio Birdman. Hoy, Pocavida no ve mucha descendencia al respecto. Dice que hay cosas bastante originales, pero nada que lo mueva. Cadáveres edita dos veces: primero, en el compilado Malasaña 1, una jugada audaz, con bandas excelentes que quedaron en el olvido, como los Riachuelo Surfers. Después, The Killer Box, grabado en los Estudios del Abasto, un reservorio Fue el único larga duración de Pocavida hasta hoy. Y hubo un videoclip, el tremendo Norman, en honor al pibe Bates, y Pocavida gritando: "Ya tengo vacante en ese hotel." Salió un par de veces por MuchMusic, en el Power 30 de César Fuentes Rodríguez. Podrían haber salido en el Invasión ’88, era su época y su momento. No quisieron. En el compilado, estaba Comando Suicida, una banda un poco más a la derecha de las cosas. Cadaveres, a eso del ’95, se termina desgastando. Aunque tuvo su highlight la cosa: "Tocamos en un evento por los 30 años del rock nacional en la Rural, año ’95, nos llevó Attaque. Había un cartel con nuestra foto: lo más merecido que tuvimos. Tocamos, y me volví en el colectivo bañado en gargajos." Después, está su última aventura, Star Losers, año ’97, donde Pocavida se enfrentó no a un público de krestas lúcidas o montadas al tetrabrik, sino a un mundo post-hardcore positivo, de niñas sensibles, veganos abstemios y políticas de pogo seguro. Mucho de eso, enseñanza de su amigo Carlitos, el Nekro, y su exitosa prédica Fun People. Es más, Carlitos lo llevó de soporte un par de veces, y los niñas sensibles, bueno, no sabían qué hacer. Y luego, más Carlitos: le edita un EP de siete temas. Gusta, funciona. La banda toca casi cada fin de semana, un sonido producto del flash de Marcelo con la nueva movida homicida del Círculo Artico: Hellacopters, Turbonegro, etcétera. Se terminó hace poco. Hay un home video listo para ser editado, si Satán dispone.

BOTELLA FINAL: PARA EL CESAR LO QUE ES DEL CESAR O en este caso, nuestro Calígula del rock. Pero en esa cabeza lesionada, faltan los laureles. Es un poco tarde en la parrillita de los limítrofes, los chorizos están grises, y los limítrofes andan rojos, de la nariz, de los ojos. Y Marcelo, que rockeó pesado en poco menos de dos décadas, que hizo y fundó, para que otros disfruten. El sábado, le toca la radio otra vez. Lo escuchan unos cuantos, suena hasta en Sao Paulo gracias a la web. Carlos Nekro pone la música: desde el horror punk más vomitado hasta Edie Gormé. Bah, no creo que APTRA lo ponga el año que viene en la terna del Martín Fierro. Se merece otros honores. –¿Qué pasó, Marcelo? ¿Le tiraste margaritas a los chanchos? –Más que margaritas a los chanchos, me cavé mi propia fosa. Nunca trascendí. Y así se dieron las cosas. Con los Marylin Manson y los Slipknot, yo hago lo mismo acá, pero a mi manera. Pero soy realista, de que a esta altura de la vida, es difícil. A mí me dicen: "Che Marcelo, vos tenés que pegarla." Pero qué querés que haga? ¿Qué salga en Videomatch? Ahora, si pinta un contrato, sería un descerebrado si no lo firmo. –Estás sin banda por estos días. –Estoy zapando con amigos, covers, bah. Pero si vuelvo con Star Losers, va a ser para grabar, y se va a llamar Marcelo Pocavida y sus Star Losers. –Te preocupa tu cartel. –¿Tener más cartel? No te puedo decir que no se me ha pasado por la cabeza. Pero a los 40, sería medio pelotudo si no me preocupara por eso. El terreno que yo transité no es el más fácil, pero no puedo tirar la toalla. Es más fuerte que yo.