Escribo este mensaje no sólo como partícipe y representante de Radio Atómika, quienes confiaron en nosotros sin pensarlo para darnos dos horas de espacio en su programación para poner al aire un programa tan atípico como lo es ‘‘The Creepy Nights’’, sino como espectador impotente ante una especie de cáncer que corroe a pasos agigantados a todo tipo de manifestación artística y en especial a la relacionada con el rock and roll. En el underground, donde tendría que fluir como de una yugular recién cercenada borbotones de ideas es donde este virus más se ha expandido. Lo que llamo cáncer es sólo una metáfora. Ni exagerada ni desacertada, pero tiene un nombre bien definido, y se llama inercia. Y estoy convencido que en un duelo con aquella enfermedad terminal ésta es más irreversible aún. ¿No la conocían? Empiecen a preocuparse, entonces, porque existe cantidad de infectados. Y por lo visto parece contagioso. No es por contacto sexual, ni por vía intravenosa; creo que es algo así como un feedback simultáneo de estupidez. Con casi treinta años de haber recorrido y seguir recorriendo este árido camino (lo de árido es una expresión exclusivamente personal, a otros les fue más fácil) este triste fenómeno que se viene dando ya hace un tiempo entre público, artistas y comunicadores, no me asusta, pero sí me indigna. Somos pocos los que quedamos en pie, en todo sentido, desde aquellos años. Aves de paso, oportunistas, veletas, snobs, posers, pelotudos varios; siempre los hubo y los habrá. Pero es un proceso que conozco y observo casi con tierna morbosidad, ya que duran poco y a la larga o a la corta, terminan desapareciendo. Por ejemplo, fíjense ustedes, hay varios tipos de esta subraza única en el planeta cuyo nacimiento viene acompañado de su extinción: están los que creen identificarse ‘‘creativamente’’ y en ‘‘actitud’’ con las drogas, por ejemplo y funden bielas en tiempo récord; están los que en medio de su ‘‘entusiasmo’’ y fiebre rockera conocen la magia del amor, se ponen de novios, forman una pareja y, como bien define un tango: ‘‘la guitarra en el ropero’’; y los hubo afortunados en los negocios que hoy depositan sus asentaderas detrás del mostrador de un maxikiosko con internet del que son dueños. ¿Saben lo que pienso? Ok. Está buenísimo. Que hagan con su vida lo que quieran o, en realidad, lo que siempre quisieron hacer y, si alguna vez pensaron que se sentían identificados con alguna manifestación artística o similar, no se preocupen. Son locuras de juventud que, por suerte, para ellos y nosotros, pasan rápido. No los sentencio, porque fueron inofensivas figuritas que se cayeron del álbum. Sin embargo, sí hay otros a los cuales no ignoro. Porque su existencia me resulta extremadamente molesta: aquellas que ocupan lugares al pedo, porque les resulta ‘‘cool’’.Periodista: Es cool.Cineasta: Muy cool.Músico de rock: Comprometidamente cool.Y paro acá porque la lista sería interminable y superaría a un rollo de papel higiénico. ¿Creías que los ñoquis existían sólo en el Congreso de la Nación? Te equivocás. El rock y todo su entorno está plagado de estas larvas. Figuretis compulsivos. Que hacen cualquier cosa por tener un lugar en los ‘‘medios’’. Lo viven como algo orgásmico, como el sexo que no deben tener. Chupaculos natos, eternos paganinis de sus espacios, verdaderos profesionales del cholulismo. Lo que es peor de esta lacra es que creen provenir o tener una ‘‘escuela independiente’’ o underground. ¿Dije escuela? ¿Cómo, dónde y desde cuándo? No la conozco. En mis treinta años revolcándome por los sótanos la única motivación que conocí fue ‘‘hazlo por ti mismo’’ y a tomar por culo.Lo que realmente me rompe las pelotas de estos onanistas de los medios es que vienen a bastardear los lugares donde generalmente existe gente que hace las cosas con aquel efectivo y no así infalible ‘‘do it yourself’’. Tienen un típico accionar cínico que comienza cuando quieren poner en práctica las tres pelotudeces que les enseñan en las carreras de periodismo, comunicación, sociología, cine… y cuando salen de esos grandes templos de la enseñanza, como ganado (detrás de ellos vendrá otra manada para recambiarlos y seguir formando más incapaces) creídos de que van a asombrar al mundo con sus conocimientos van derechito a esparcir su mierda donde el olfato los guía. Claro, no son boludos, no van a tocar el timbre a Rock and Pop, a La Mega… ni a FM Palermo, siquiera. Claro, primero hay que foguearse. Practicar las mierdas que aprendieron para profesionalizarse y los núcleos independientes les vienen como anillo al dedo. Obviamente, sin preocuparse siquiera por haber formado primero un criterio y una identidad propia, ¿para qué? Se rasgan las vestiduras blandiendo su independencia y terminan repitiendo los mismos esquemas mediocres de quienes tan encarnizadamente critican. Cuando sabemos perfectamente, como en el caso de la radio, que se harían sodomizar por Pergollini para terminar trabajando en Rock and Pop, aunque sea de cadete, y así ligar entradas y remeras gratis.Cuando era chico los pibes salían de la escuela, tiraban el guardapolvo y se iban al campito a jugar a la pelota, agarraban la bicicleta o se metían en el club. Más grandes, soñarían con ser doctores, abogados o ingenieros, tener una novia y la historia ya conocida. Mi caso fue algo distinto, primero soñé con ser el personaje de alguna de las cientas historietas que leía, luego apareció el rock y seguí soñando, viéndome escupir sangre por la boca o cantando con una serpiente alrededor del cuello. Creo que sobre esto último, el sueño fue mínimamente cumplido. De lo que siempre estuve seguro es que ni la pelota, ni el club, eran para mí. Y no me arrepiento. Hoy las cosas han cambiado. La pelota, la bicicleta y el club han sido reemplazados por un instrumento musical, un programa de radio, una cámara filmadora o una columna periodística. En este sentido prefiero que vuelvan la pelota, la bicicleta y el club. Entretienen, pero no joden.
Marcelo Pocavida
Bajate su ultimo programa 4-11-08
"Vaginas Asesinas"