Gabriel Buendía (músico, Conductor del Megáfono, sábados de 11 a 13 Hs) gabi_zissou@yahoo.com.ar
En las siguientes líneas intentaré expresar mi opinión en torno a la idea de la independencia. Más precisamente, la relacionada con el ámbito musical.
Hace mucho tiempo que abunda en el terreno musical, especialmente en el rock, una corriente que reivindica lo independiente persé. Dicha corriente, el “independentismo”, no hace más que refugiarse en su triste realidad para “pintarse la cara color resistencia” como diría Diego Latorre. Pero el maquillaje se va y a veces, peor, se transforma en careta. Esta corriente proclama e idolatra la independencia de los músicos como si esta característica les aportara algo a su producción, un plus. Esto constituye un rasgo decadente de nuestra cultura.
Johann Sebastian Bach es quizá el músico más grande que haya dado la historia. Él componía para reyes y sacerdotes. Sin embargo, el hecho de ser bancado por la monarquía y la iglesia no le quita absolutamente nada a la majestuosidad de su obra. Lo mismo puede decirse de una gran cantidad de músicos. Entre ellos el caso más obvio sea quizá el de Los Beatles. La banda más influyente de la música popular del siglo XX se ha metido en cuanto negocio exista, sea musical o no. Pero: ¿quién se anima a discutir la obra de Lennon y compañía? Pero al mismo tiempo, hay numerosas bandas que son mercancías baratas (o demasiado caras) armadas por productores más o menos talentosos (no sé… Juanes, Shakira, Miranda por dar algunos ejemplos). Será la historia quién se encargue de ponerlos en su lugar. Sin talento no hay productor que valga y aunque el mono se vista de seda…
No es mi intención, de todos modos, detenerme en las bandas, digamos, “dependientes” por un simple motivo: no van a leer este documento y no me importa que lo hagan. No me interesa debatir sus riquezas o sus miserias. Las hay buenas y las hay malas y esto no se relaciona con su grado de dependencia. A lo que apunto en estas líneas es a aquellas bandas, y comunicadores, que estén realmente interesados en dar un debate serio y profundo para dar un cause combativo a sus producciones “independientes”.
Decenas de grupos musicales pululan en todos los barrios. Esto no es novedad. Como bien dijo recientemente Marcelo Pocavida (palabras más, palabras menos) “antes jugaban a la pelota, ahora arman proyectos culturales”. Todas estas “banditas” se ponen el mote de independientes. Pero:
- las bandas rollingas, como su nombre lo indica, quieren ser los Rolling Stones (banda que lucra hasta el día de hoy siendo apenas una burla de lo que fueron);
-las bandas punks quieren ser Ramones o Sex Pistols, dos bandas que mostraron su finalidad lucrativa, su patética interpretación del anarquismo por un lado (Sex Pistols) y su adhesión a la democracia yanqui por otro (Ramones).
Hace mucho tiempo que abunda en el terreno musical, especialmente en el rock, una corriente que reivindica lo independiente persé. Dicha corriente, el “independentismo”, no hace más que refugiarse en su triste realidad para “pintarse la cara color resistencia” como diría Diego Latorre. Pero el maquillaje se va y a veces, peor, se transforma en careta. Esta corriente proclama e idolatra la independencia de los músicos como si esta característica les aportara algo a su producción, un plus. Esto constituye un rasgo decadente de nuestra cultura.
Johann Sebastian Bach es quizá el músico más grande que haya dado la historia. Él componía para reyes y sacerdotes. Sin embargo, el hecho de ser bancado por la monarquía y la iglesia no le quita absolutamente nada a la majestuosidad de su obra. Lo mismo puede decirse de una gran cantidad de músicos. Entre ellos el caso más obvio sea quizá el de Los Beatles. La banda más influyente de la música popular del siglo XX se ha metido en cuanto negocio exista, sea musical o no. Pero: ¿quién se anima a discutir la obra de Lennon y compañía? Pero al mismo tiempo, hay numerosas bandas que son mercancías baratas (o demasiado caras) armadas por productores más o menos talentosos (no sé… Juanes, Shakira, Miranda por dar algunos ejemplos). Será la historia quién se encargue de ponerlos en su lugar. Sin talento no hay productor que valga y aunque el mono se vista de seda…
No es mi intención, de todos modos, detenerme en las bandas, digamos, “dependientes” por un simple motivo: no van a leer este documento y no me importa que lo hagan. No me interesa debatir sus riquezas o sus miserias. Las hay buenas y las hay malas y esto no se relaciona con su grado de dependencia. A lo que apunto en estas líneas es a aquellas bandas, y comunicadores, que estén realmente interesados en dar un debate serio y profundo para dar un cause combativo a sus producciones “independientes”.
Decenas de grupos musicales pululan en todos los barrios. Esto no es novedad. Como bien dijo recientemente Marcelo Pocavida (palabras más, palabras menos) “antes jugaban a la pelota, ahora arman proyectos culturales”. Todas estas “banditas” se ponen el mote de independientes. Pero:
- las bandas rollingas, como su nombre lo indica, quieren ser los Rolling Stones (banda que lucra hasta el día de hoy siendo apenas una burla de lo que fueron);
-las bandas punks quieren ser Ramones o Sex Pistols, dos bandas que mostraron su finalidad lucrativa, su patética interpretación del anarquismo por un lado (Sex Pistols) y su adhesión a la democracia yanqui por otro (Ramones).
Ni hablar de otros estilos. Todas banditas que no reparan en salir en la 100 o en la Rock and Pop, en el programa del Bobo Contemponi o Badía en concierto, tocar en un festival por los derechos del hámster o en un festival que organiza el intendente patotero peronista (o no) de turno. Todas quieren figurar, todas quieren ser estrellas, todas se mueren por aparecer en. El ser independientes es apenas un mal necesario, un paso que hay que dar, una mera pose propia de la adolescencia. Todas estas banditas son independientes por incapacidad, no por principios. Tocan en tugurios porque no pueden acceder a grandes estadios. Sacan discos horribles porque tienen mal gusto o por no poder acceder a Santaolalla. El ser independientes no les aporta nada, es simplemente en ellos, una actitud de impotencia.
Es por esto que considero imprescindible hacer una diferencia entre lo independiente y lo combativo. Allí debemos apuntar. Necesitamos que cada banda que se considere independiente lo sea desde un lugar de lucha. Y no alcanza con asociarse a la UMI, al MAAS, al MUR, o a la organización que sea. No alcanza porque en general, estas organizaciones surgen para resistir y resistir no es combatir es aguantar que te rompan el culo. No. Hay que dar un paso cualitativo. Hay que empezar a tomar una actitud combativa y para ello desarrollar la conciencia de lucha que no es más que la conciencia de clase. Toda banda no profesional, independiente o como se la quiera llamar debe reconocerse como una banda obrera. Esto implica que debe tenerse en cuenta que los grandes medios de difusión están dominados por la clase antagónica: la burguesía, la clase alta, o como quieran llamarla. No son estos medios quienes van a difundirnos. Y si lo hacen, que al menos ellos vengan a buscarnos, que sea en las condiciones que nosotros proponemos. No podemos seguir entregándonos. Porque ni siquiera estamos hablando de que nos compran, NOS ESTAMOS ENTREGANDO A CAMBIO DE NADA.
Esta humillación al arte, al rock, no debe seguir permitiéndose. Es deber de toda banda independiente dar ese paso hacia el combate, dejando de lado el esnobismo y la farándula. Es tiempo de decir: Pettinatto andate a la mierda, Pergolini andate a la concha de tu madre. Vayánse todos al carajo. VIVAN LOS MUSICOS Y LOS MEDIOS INDEPENDIENTES Y COMBATIVOS.
Desde ya, muchas gracias por leer. Saludos.